viernes, 30 de mayo de 2014

Nadie sabía dónde estaba Posse. Su mujer no lo tenía claro y entre dormida como estaba solo decía que había “viajado por trabajo”. Galíndez sabía que eso era imposible pero no tenía sentido seguir con ese tema frente a una mujer que estaba completamente desgastada. Julieta, según le había dicho que se llamaba, tenía la cara y el cuerpo cansado, la mente hecha una esponja maltrecha y muy pocas ganas de salir adelante. Mientras la madre de ella estaba a su lado mirando como el médico que había venido a asistirla le tomaba la presión, se dio cuenta de que había llegado a tiempo, que quizás si no hubiera ido, si le hubiera hecho caso a las ganas que tenía de irse, de abandonar la búsqueda de esas famosas carpetas, seguramente Julieta no hubiera tenido chances de ver un nuevo día. Saludó. Le agradecieron sinceramente, pero a la distancia. Caminó a la puerta que estaba todavía abierta, salió al palier y cerró. Le pareció desconsiderado dejarla abierta, ya había pasado el apuro, ya había pasado la urgencia.

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